Una mirada sobre el cambio de nombre del Salón de las Mujeres.
Por Daniel E. Di Bártolo
Las personas estamos atravesadas por planos confluyentes y superpuestos en nuestras actitudes cotidianas: los sentimientos, nuestra identidad e historia, nuestras relaciones sociales, nuestras convicciones, entre otras, bien explicadas por la psicología y la antropología.
Por ello, cuando alguien que irrumpió en nuestra vida cotidiana hace unos meses al que se denomina vocero, anunció con su habitual estilo socarrón el cambio de nombre del Salón de las Mujeres balbuceando supuestos motivos y luego vimos y escuchamos el video de la también novelesca hermana del presidente, por nuestras venas corrió bronca, por nuestro corazón indignación, por nuestros sentimientos impotencia.
El hecho fue anunciado el mismo día que en todo el planeta se conmemora el día internacional de la mujer: 8 de marzo. Nadie puede considerarlo como casual, más aún, el día y el modo, como también el video dan cuenta de una provocación objetiva. Para más datos, así lo calificaron los medios hegemónicos Clarín y La Nación.
Propongo un método diferente para abordar esta cuestión que, incluso, quizás pueda ser útil para otras situaciones y procesos. Promuevo que, pasada la bronca y la indignación, seamos capaces de discutir el significado de este cambio de nombre, sus contenidos, su interpretación y, además, nos propongamos ser transmisores de ese debate en los ámbitos que nos rodean.
En efecto, el defenestrado Salón de las Mujeres fue inaugurado en la Casa Rosada el 6 de marzo de 2009 por la entonces presidenta Cristina F. de Kirchner, y fue subdivido y convertido en oficinas por la gestión del presidente Mauricio Macri en 2015. En 2019, el ex presidente Alberto Fernández lo recuperó y le incorporó menciones a la lucha por la igualdad.
En 2009, acompañaron a Cristina Fernández en el acto el historiador y ensayista Norberto Galasso, y el escritor y también historiador Mario O’Donnel, quienes expusieron sobre destacadas mujeres de la historia argentina, como Eva Perón, Cecilia Grierson, Juana Azurduy, Lola Mora, Mariquita Sánchez de Thompson, Alfonsina Storni, Alicia Moreau de Justo, Tita Merello, Victoria Ocampo, Aimé Painé, Paloma Efron (Blakie) y las Madres de Plaza de Mayo. Todas ellas tienen su imagen en el Salón cuyo nombre y contenido fue modificado.
¿Qué decidió el gobierno del presidente Milei? Cambiar el nombre de Salón de las Mujeres por Salón de los Próceres, luego sacó cuadros e incorporó otros, lo comunicó a través de un video protagonizado por la secretaria general de la presidencia Karina Miley y lo comunicó con potencia a su estilo confrontativo y grietoso, justamente en el día de la Mujer.
Y cuáles son los significados que invito a debatir. En primer lugar, instalar una disputa por lo histórico. Milei y su grupo se paran en una negación del proceso histórico argentino de los últimos 100 años, es decir desde el acceso al gobierno de Hipólito Yrigoyen y la UCR, luego que, en 1912 se sancionara la ley Saénz Peña de voto secreto, obligatorio y universal “masculino” (recordemos que recién con Juan y Eva Perón votarán las mujeres).
La disputa por el significado de los histórico constituye el debate por la narrativa de porqué somos como somos y estamos como estamos. En una simplificación absoluta carente de rigor, parcial e interesada, el grupo dominante busca descalificar el conjunto de procesos, ideas y valores de nuestro pueblo en el siglo XX. Eso sí, reivindicando la Argentina pastoril del centenario atada a los intereses ingleses que dieron pie al recordado estatuto legal del coloniaje en 1932 (Pacto Roca – Runciman).
En segundo lugar, el gobierno en este hecho ha promovido una fuerte impronta liberal conservadora, propia de su matriz anarco capitalista. Por ellos, brillan en el nuevo salón, Julio A. Roca, Juan B. Alberdi (está claro que no leyeron completo al entrerriano) y Carlos S. Menem, el único presidente del siglo XX cuyo retrato habita en el nuevo salón. Es evidente que da cuenta de un relato en las antípodas del ya anterior salón que había rescatado personalidades femeninas plurales y así lo manifestó Cristina en su inauguración: “Aún aquellas que tal vez parecían más alejadas las causas populares, en el fondo todas querían un país mejor”. “Por eso están todas aquí, porque nos representan a todas”.
En tercer lugar, el gobierno ha pretendido dar un nuevo golpe de impacto en torno a la agenda de las mujeres y diversidades. Primero eliminó el Ministerio, luego fue desglosando párrafos soeces, discriminatorios y banales que van recreando un clima hostil que creímos superado.
También, en su visión histórica miope, buscan torcer el rumbo de la política de derechos humanos que caracterizó a la democracia argentina en estos 40 años. Va más allá de una afirmación burlona ante jóvenes secundarios, hay un intento claro de dar vuelta campana en la lectura de la dictadura cívico militar que abre las puertas para ir contra la corriente de las políticas de memoria, verdad y justicia.
Tenemos que profundizar en nuestro conocimiento de la historia para saltar la bronca y transformarla en disputa por los significados. Hoy, se trata del Salón de las Mujeres, cada día hay un nuevo motivo.
La historia es la maestra de la política. No nos quedemos en las superficialidades a las cuales nos invitan. Seamos primero nosotros quienes investigamos, ponemos en palabras las ideas y comunicamos.